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jueves, 7 de marzo de 2013

Anfitriona

El sábado pasado tuve invitados a cenar. Me encanta tener invitados, es una ocasión para disfrutar de buena compañía, de una agradable conversación y de demostrar lo buena anfitriona que eres. Lamentablemente, yo no siempre lo consigo.
Cuando supe que mis dos mejores amigas y el marido de una de ellas vendrían a cenar pensé qué podría preparar diferente, original, para sorprender y quedar estupendamente. Y se me ocurrió hacer una deliciosa tarta para el postre, como guinda a una cena perfecta.
Llamé a mi madre, busqué por Internet y al final decidí hacer una tarta de éstas con galletas que llevan capas de chocolate, nata y lo que quieras echarle. Cuando te lo explican o lo lees parece más fácil que pelar un plátano, pero no, aquello se convirtió en una batalla campal en mi cocina entre las galletas, la leche, la nata, el chocolate y yo; ¡ah!, a lo que hay que añadir que mi hijo quiso "ayudarme" y, para entretenerle le dejé unas cuantas lentejas en dos botes para que pudiera pasarlas de uno a otro, el problema es que a veces no terminaban en el bote, sino en mi tarta.
Comencé a hacerla con buen pie. Primer paso, echar leche en un recipiente: bien; segundo paso, fundir el chocolate: bien; tercer paso, mojar las galletas en la leche: bien; cuarto paso, hacer las capas: mal, rematadamente mal.
Aquello parecía un revoltijo de todo; la primera capa de galletas me salió bien, pero cuando eché el chocolate aquello empezó a descuajaringarse. Empezaron a entrarme sudores fríos mientras, de vez en cuando, me llegaba alguna lenteja por los aires, pero aun así me armé de valor y decidí continuar. Aquello no mejoró, porque cuando llegué a la capa de la nata la cosa empezó a desparramarse por todos lados; era como si las galletas se resbalaran lentamente y quisieran salirse de su sito, así que se me ocurrió poner, a modo de muro de contención, más galletas en vertical.
El resultado era lamentable, además las capas no se diferenciaban bien y cuando echaba una de chocolate, la nata de abajo parecía querer salir a flote. Al final, cuando acabé las capas, entre lo poco que éstas se notaban y las galletas puestas a modo de dique, el aspecto de la tarta era penoso.
Pero el colmo de la mala suerte llegó cuando, en un descuido, mi querido hijito cogió su cuchillo de plástico y comenzó a apuñalar la tarta con tal saña que para sí la quisiera el más malvado de los asesinos en serie.
Cuando me di cuenta pegué un grito que seguro se oyó en todo el vecindario. Mi marido vino corriendo pensando que algo terrible había pasado y, viendo el churro que había hecho dijo "seguro que está buenísima".
Un par de horas después, cuando la tarta se enfrió la impresión fue peor todavía; aquello parecía un ladrillo, no por la forma, sino por lo duro. La habría podido utilizar para defenderme ante cualquier violador. Le hubiera dejado KO.
En fin, el caso es que como mis amigas me quieren, me conocen y hay mucha confianza, yo saqué la tarta después de la cena, avisándoles de que no tenía pico y pala para que pudieran comerla, y que lo hicieran con sus manitas. La verdad es que al menos nos sirvió para echarnos unas risas.
Pero algo he aprendido: postres no, si alguno de vosotros viene de invitado a casa, me cruzo la calle a comprar una tarta o pongo en la mesa un tarro de Nocilla con unas cuantas galletas.

10 comentarios:

  1. Una foto para ilustrar el desastre hubiera estado bien jajajaj

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    1. Sí, hubiera sido una foto de lo más original. Me quedó una tarta que parecía que le había pasado un camión por encima

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  2. Me he sentido identificada con tu historia... aunque sin lentejas ;-)

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    1. Es bueno saberlo, jajaja, que estoy rodeada de tantas chicas "apañás", que cuando una es un poco desastre ya le entra hasta complejo.
      Lo mío no son los dulces; no hacerlos, sí comerlos ;)

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  3. He tenido miles de experiencias con esas tartas del diablo que me empeño en hacer siempre porque son mis favoritas. La más sonada fue cuando estropee la sorpresa de "tenemos una tarta de cumpleaños para ti" con sus felicidades y sus regalos y todo lo demás echando sal en vez de azúcar en la leche. Acabé comiéndola yo sola, no digo más.

    Mi amigo Pablo es muy dado a sacar lo que tiene por casa como postre cuando vamos a su casa y triunfa. Apuesto todo al bote de Nocilla.

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  4. No te preocupes Susana,eso pasa las cien primeras veces. No desesperes que a la 101 seguro que te sale bien.

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    1. ¿Las cien primeras veces?, jajaja, no, no, eso no me va a pasar a mí. Los dulces no son lo mío (cocinarlos, me refiero), así que la próxima, a la pastelería ;)
      Muchas gracias por tu comentario, Juani.

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  5. Pues a mi la tarta me gustó muchisimo, como el resto de la cena.

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  6. La proxima un brownie que no hay que montarle, solo poner una bola de helado encima

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